21 de abril de 2014

Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples: Una space opera diferente y brillante


¿Cuánto nos quejamos los lectores de cómics de que no hay nada nuevo y original en el medio?¿Que todo lo que leemos ya nos suena a ya leído o visto? La gran mayoría de las veces es verdad, en una industria que va a tiro hecho y a fórmulas ya preestablecidas que han funcionado pero que su desgaste es ya evidente, excepto para aquellos lectores que no quieren darse cuenta.

Pero a veces los milagros existen. Y este Saga de Vaughan y Staples es el ejemplo perfecto de estos pequeñas joyas que aparecen de vez en cuando y nos hacen reconciliarnos con un medio, que en el momento que se les da libertad absoluta a unos autores en estado de gracia, nos entregan obras de tanta calidad como este tebeo.

Un tebeo que es pura space opera, pero una space opera familiar. Un tebeo que nos lleva de la mano de una pareja de diferente raza y su hija recién nacida. Una especie de Romeo y Julieta intergaláctico, donde nos encontramos con dos razas en conflicto, cuyo origen desconocemos y que han separado en una guerra interminable a dos civilizaciones, una regida por la magia y la otra por la tecnología.



Entre medias de esta pareja y sus razas, nos encontramos con un elenco de personajes ciertamente memorable que oscila entre gatos alienígenas que saben si una persona está mintiendo o no, a cazarrecompensas con problemas sentimentales y profesionales, robots evolucionados que han ascendido hasta figuras nobiliarias obsesionadas por el sexo o figuras espectrales juveniles de buen corazón.

Porque lo que demuestran Vaughan y Staples es que la mezcla de géneros en apariencia completamente contradictorios como la ciencia ficción, el terror sobrenatural, la fantasía pura y dura, mezclados con toques de humor, sexo y violencia, si está bien equilibrado en la receta, da como resultado una obra única e imprescindible.

Pero no solo de mezclar géneros con eficacia vive una obra. Necesita de una historia que te atrape y unos personajes memorables. Y esta obra cumple con creces estos dos preceptos. Lo primero, demuestra la habilidad de Vaughan (ya demostrada en tebeos como Y: El Último Hombre o Ex Machina) como narrador de historias. Sabe como desarrollar la historia, avanzando en el tiempo o retrocediendo de manera fluída e inteligente, sin perder al lector por el camino, además de conocer los mecanismos del comic-book y funcionar de la manera más efectiva posible, sea leída en paperbacks o como grapa mensual, haciendo un uso del cliffhanger absolutamente brillante.



Y que decir de sus personajes, reales como la vida misma. Unos personajes de los que te enamoras casi instantaneamente, incluso con sus defectos. Y si además están escritos y dialogados tan naturalmente, con conversaciones y momentos que oscilan entre el dramatismo, lo cotidiano y lo cómico muchas veces en una misma escena, el triunfo está asegurado.

Y no puedo dejar de hablar del trabajo de Fiona Staples, una artista que combina costumbrismo y espectacularidad de manera ejemplar, entregando unas páginas que una a una son una delicia para la vista y que no se quedan en mero reclamo pictórico, sino que sabe narrar con absoluta certeza los guiones de Vaughan.



Llevo leídos los tres primeros paperbacks de la colección, o lo que es lo mismo, los primeros 18 números de la serie regular. El nivel ha medida que pasan los números no solo es que mantenga la calidad de los primeros números de la colección, sino que se va superando a medida que la serie avanza. Acabo de terminar el tercer tomo y supongo que el cuarto volumen no caerá en mis manos hasta su publicación a finales de año. Me muero de la impaciencia y ya hecho de menos esta historia y sus personajes. Y eso últimamente es cada vez más difícil. Por algo será...

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