13 de diciembre de 2015

Star Wars Episodio 1: La Amenaza Fantasma. Irregular pero disfrutable regreso de Lucas a su trilogía galáctica


































El regreso de Lucas a su afamada trilogía galáctica en el año 1999, 16 años después del estreno de El Retorno del Jedi, fue tanto o más esperada que el nuevo episodio dirigido por J.J. Abrams a estrenar el viernes que viene. Hordas de fans esperaban LA PELÍCULA -con mayúsculas-, el sueño febril de millones de aficionados que habían imaginado aquello que los personajes de la trilogía original habían mencionado como background de los acontecimientos ocurridos en los episodios IV-VI, en una época que las precuelas no estaban a la orden del día.




Tarea difícil para un creador cuya obra le había sobrepasado y que los fans habían hecho suya, creyendo tener el poder de dictar el transcurso de la misma, como si les perteneciera. Todos ellos, entre los que me incluyo, teníamos una imagen mental, utópica y realmente no estructurada de lo que creíamos que debía ofrecernos Lucas. Y la palabra "debía" no la uso por usar, sino porque en vista del recibimiento que tuvieron y los ataques viscerales y absolutamente desproporcionados que recibió George Lucas y que 16 años después no han dejado de crecer, parece que Lucas tenía que hacer aquello que sus fans dictaran, como si él ya no tuviera la potestad de decidir y saber que es lo que ocurrió antes de Una Nueva Esperanza.

Cierto es que La Amenaza Fantasma, fuera ya de expectativas imposibles (veremos que ocurre con Episodio VII, porque está volviendo a ocurrir lo mismo) demuestra que Lucas está algo oxidado como director y guionista en este episodio génesis. Y es que lo que quiere contar Lucas en esta nueva trilogía es mucho, pero muchísimo más ambicioso que lo ocurrido en la trilogía original.



Para empezar, porque el periodo de tiempo que transcurre en esta nueva trilogía son 14 años, en contraposición con la trilogía original, donde el periodo de tiempo es de 4. El contexto social y político de la República antes del Imperio es mucho más complejo que la batalla entre héroes y villanos, representado por La Alianza Rebelde y El Imperio respectivamente. Además de que si en la trilogía original los blancos y negros están muy bien representados, los grises es lo que predomina en las precuelas. Palpatine por supuesto es el mal absoluto y La Amenaza Fantasma del título, pero la República y los Jedis no son el bien absoluto, los primeros, porque se han convertido en unos políticos muy cercanos a los que tenemos que padecer en nuestro día a día y los segundos, porque se han apoltronado en unos tiempos de paz y seguridad que les ha hecho olvidar aquello por lo que luchaban.



Una visión que chocó ante el fandom, y muy diferente a lo que recordaba un Obi Wan Kenobi anclado en la nostalgia. Lo mismo ocurre con Anakin Skywalker, todavía en esta primera película un niño, interpretado muy dignamente por Jake Lloyd y que de nuevo se llevó palos por todos lados. En su defensa, destacar escenas tan bien llevadas como la despedida de su madre, momento icónico y fundamental para entender al personaje de Anakin en las siguientes precuelas, como ante el consejo Jedi, un preámbulo muy sugerente del Darth Vader que lleva en su interior.

Otro tanto se lleva Liam Neeson, el actor que mejor se desenvuelve en este filme, un Jedi rebelde y con personalidad propia que tiene un triste pero necesario final para que de nuevo el personaje de Anakin, verdadero protagonista de la saga, evolucione como debe ser para convertirse en el azote de la galaxia.





Lo mismo para Darth Maul, un personaje icónicamente perfecto pero que muchos fans se sintieron decepcionados por su repentino final. Por supuesto que es una pena que no veamos más del personaje, pero es porque Lucas ve "The Big Picture" y si Maul siguiera, no sería necesario que Palpatine necesitara a un nuevo aprendiz como Anakin, su objeto de deseo a lo largo de las precuelas.

Y es que Ian McDiarmid roba todas las escenas en las que su personaje aparece. Una interpretación muy sutil de un Embajador sin escrúpulos que comienza a escalar posiciones a través de una crisis tan en apariencia insulsa como la de Naboo con la Federación de Comercio. Y este avance sutil hasta demostrar su verdadera maldad en La Venganza de los Sith es también uno de los motivos que creo por los que estas precuelas fueron tan mal recibidas.



En la trilogía original, el mal o la némesis está muy clara. El Imperio, con Vader y el Emperador como cabezas visibles. En esta trilogía, el mal va de espaldas y las némesis a las que nuestros héroes con defectos se enfrentan no son más que peones que Palpatine ha colocado en su tablero para conseguir su propósito final.

Y es por eso que este Episodio 1 está tan mal considerado, porque no es más que el prólogo de lo que está por venir. Por supuesto que tiene fallos de ritmo (la primera media hora es muy anodina y es más un catálogo de lo que se podía hacer en materia de efectos especiales por aquel entonces) y los personajes asociados a Naboo son de un aburrido e intrascendente que asusta.



Para el final, el personaje que sirve de símbolo para todo el odio hacia estas precuelas, Jar Jar Binks, un personaje excesivamente cartoony que tiene momentos de slapstick absolutamente fuera de tono y que lastran el ritmo de la película en muchos momentos, pero que la audiencia infantil recibió con los brazos abiertos y que al final, de tanta inquina sobredimensionada le he acabado cogiendo hasta cariño. Porque no olvidemos que Star Wars es una película para todos los públicos y que los que vimos la trilogía original eramos niños y las precuelas nos llegaron en la edad adulta.



En resumen, una película con sus altos y bajos, con momentos tan brillantes como el enfrentamiento entre Darth Maul y los Jedis, la carrera de Vainas o los entresijos políticos y del consejo Jedi en Coruscant, visualmente revolucionaria, pero que queda lastrada por una dirección en algunos momentos torpe y una dirección de actores supeditada en muchos momentos a la tecnología, pero que en conjunto no se merecía el linchamiento que sufrió porque si quitamos nostalgias mal entendidas y recuerdos sobrevalorados del pasado, es un fantástico entretenimiento, muy superior a los mil y un blockbuster que Hollywood estrena todos los años y a los que no se les mira con la lupa con la que se miró a una película que daba igual lo que hubiera sido. Nunca habría podido llegar a contentar las ficticias ilusiones de unos niños que crecieron antes de tiempo.

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