8 de junio de 2016

Capitán América: Blanco de Jeph Loeb y Tim Sale. Bello pero intrascendente ejercicio de nostalgia





























A finales de los 90 y principios de los 2000, la pareja formada por Jeph Loeb y Tim Sale fueron junto a autores como Mark Waid o Kurt Busiek, los salvadores de un mainstream que había olvidado todo atisbo de clasicismo y de legado y se había dejado llevar por una desnaturalización de los mayores iconos tanto de Marvel y DC hasta hacerlos irreconocibles.

La pareja de autores consiguieron revitalizar a Batman, Robin y su entorno a lo largo de dos miniseries más que correctas como fueron El Largo Halloween y Victoria Oscura, para pasar a recontar el origen de Superman en la bellamente ilustrada Las Cuatro Estaciones.



Viendo el éxito de la propuesta, Marvel tentó a la pareja de artistas que juntos eran mejores que por separado, en especial Jeph Loeb, para revitalizar los orígenes o momentos icónicos de los personajes más característicos de La Casa de las Ideas. De esa propuesta salieron en 2001, 2002 y 2003 Daredevil: Yellow, Spiderman: Blue y Hulk: Gris. A las tres miniseries no se les podía negar la calidad artística indudable de Tim Sale y el cariño y la nostalgia que Loeb ponía en los héroes de su infancia. Pero los tres tebeos carecían de un algo más que aportara algo nuevo a unos personajes de los que se ha contado tanto, o que le dieran una vuelta de tuerca como si fueron las dos series protagonizadas por el Hombre Murciélago.



Ahora en 2015 y tras un retraso de siete años tras la aparición de un número 0, llega Capitán América: Blanco. Un tebeo nostálgico, donde Sale se inspira en los excesos y el dinamismo de Kirby y Steranko, pero que vuelve a reincidir en los males de las anteriores miniseries y que convierten a este tebeo en una obra que no se le puede sacar nada de punta, ni por lo negativo ni por lo positivo.


Loeb cumple y Sale también, aunque a este último se le podría decir que de todos los trabajos del tandem, este es el menos inspirado visualmente. Y a Loeb, que el diálogo con el amigo querido recuerda muy mucho a la estructura de Spiderman: Blue, quizás la mejor obra de este cuarteto, sobre todo por la bella despedida de Peter y Mary Jane hacia Gwen.



El problema, que en estos últimos años, autores como Waid, Brubaker o el más reciente Nick Spencer han entregado etapas memorables, icónicos y novedosas de un personaje con más de 75 años de historia. Quizás si no hubieran existido estas obras más recientes, el tebeo podría ser más valorado, pero una vez leído, te queda la sensación de que lo has consumido sin apasionamientos y que como mucho, te llaman la atención algunas de las splash pages que Sale entrega a lo largo de los seis ejemplares.



En definitiva, un tebeo nostálgico cuya factura y presentación editorial es mayor que el resultado final de la obra. Recomendable para amantes del completismo y los tebeos clásicos y por supuesto a amantes del trazo de Tim Sale, entre los que me incluyo.

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