1 de octubre de 2016

Paper Girls de Brian K. Vaughan y Cliff Chiang: Psicodélica nostalgia ochentera






















El "zeitgeist" cultural de nuestra época ha vuelto a hacer de las suyas, haciendo coincidir en el tiempo dos obras tan parecidas en sus elementos básicos, como diametralmente opuestas en su desarrollo. Me refiero a este Paper Girls y Stranger Things, la serie de Netflix que nos ha entregado este verano un verdadero blockbuster veraniego fresco a la vez multireferencial.



Pero si la serie de Netflix bebe de Spielberg y King a partes iguales, el nuevo trabajo de Brian K. Vaughan es una obra que tras leer sus primeros cinco ejemplares todavía se guarda muchos ases en la manga. Porque si el aroma de nuestra infancia ochentera se transmite en cada página, en un mundo tan cercano y a la vez tan lejano para aquellos que la vivimos, en un tebeo donde las referencias a la época no son las típicas y tópicas, tanto su inicio y su posterior desarrollo a la vez pausado y frenético deja todavía en la duda a un lector que todavía no sabe por donde irán los tiros.



Seres extradimensionales y viajes en el tiempo se fusionan en una obra donde los protagonistas de las obras de la factoría Spielberg hubieran tenido un viaje lisérgico con el Randolph Carter Lovecraftiano. Nuestro presente y nuestro pasado añorado se alinean en un tebeo que todavía es difícil encuadrar en un género. ¿Es fantástico?¿Es ciencia ficción? ¿Es la premonición de una distopía de un futuro muy cercano donde los avances tecnológicos de la manzana se fusionan con un futuro parecido a La Fuga de Logan, ese clásico de la sci-fi kitsch?



Muchas preguntas y muy pocas respuestas en un primer volumen que vuelve a demostrar la pericia de un Vaughan que se atreve con cualquier género que se le presente. Quizás un tebeo que no es un "crowd pleaser" tan directo y efectivo como puede ser su gran space-opera "Saga", pero que solo por lo original y diferente de su planteamiento y el fabuloso arte del gran Cliff Chiang apoyado por el color bitonal de Matt Wilson, bien merece seguir leyendo una obra cuyo máximo aliciente es el no saber hacia donde nos va a llevar Vaughan esta vez.

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