10 de octubre de 2016

The Flash: Rebirth de Joshua Williamson y Carmine Di Giandomenico. El velocista escarlata se estanca en su zona de confort






















Flash, en especial Barry Allen, es parte fundamental de los mitos de DC Comics desde la Silver Age, ya que fue el personaje que inició una nueva edad de oro para la editorial en los años 80 y que a partir de ahí ha sido parte fundamental de la evolución de la misma, tanto para lo bueno (Crisis) como para lo supuestamente malo (Flashpoint). No podemos entender el universo DC sin el Velocista Escarlata.



Pero quitando sus inicios icónicos junto a Carmine Infantino y la memorable etapa de Mark Waid y Grant Morrison en los años 90, el personaje nunca ha tenido una serie regular que se considere una cumbre o un hito del género, aunque sean estimables tanto la etapa de Geoff Johns a principios del nuevo siglo o la más cercana perteneciente a los Nuevos 52, sobre todo por el despliegue gráfico de Francis Manapul.



Y de nuevo, en este Renacimiento, Barry Allen y Wally West son fundamentales. Pero aunque el especial con el que comienza la etapa ahonda brevemente en los vislumbrado en el especial DC Rebirth, la serie regular de la que llevamos ya siete ejemplares con un largo arco argumental que todavía no ha finalizado toma otros derroteros.





Unos derroteros más convencionales con elementos originales, con ese ejercito de velocistas provocado por causas desconocidas, junto a otros elementos que quitan originalidad que no iconicidad al tebeo, como ese Godspeed, nuevo velocista en negativo que se las hace pasar canutas a un Barry Allen con nuevo interés amoroso.



El tebeo se lee con agrado pero sin aspavientos. Quizá porque la trama aunque efectiva, tira del manual de la sorpresa y sus giros argumentales se descubren a la legua, con poco que conozcas al personaje, ya sea en su versión impresa o televisiva. Eso no quita para que todo aquel que sea fan del personaje no se podrá sentir decepcionado, aunque tampoco maravillado.



Y es que toda la mitología que ideó Waid en los 90 y que le dio nuevas alas a un personaje que había entrado en un callejón sin salida sigue siendo la piedra totémica que ningún autor se atreve a cambiar. Súmale a esto el correcto pero nada memorable trabajo a los lápices de Carmine Di Giandomenico y lo que tenemos es un tebeo que aprueba por encima de la media, pero que necesita a lo mejor de autores revolucionarios para que la serie regular de un personaje tan importante como Flash se ponga en la lista de tebeos imprescindibles y salga de esa acomodaticia zona media en la que su serie regular lleva demasiado tiempo.

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