27 de noviembre de 2016

Fuerza-V post-Secret Wars: Un regreso por la puerta de atrás





















Fuerza V fue el título estrella de las Secret Wars orquestadas por Jonathan Hickman. Un título que tuvo repercusión mediática por formar un grupo formado por la plana mayor de heroínas Marvel, escrita por la guionista de moda, G.W. Wilson, creadora de la nueva Ms. Marvel y espectaculares y clásicos dibujos de Jorge Molina.



 En el sinfín de títulos alternativos que aparecieron en dichas Secret Wars, Fuerza V brilló con luz propia gracias a la perfecta sincronía de guionistas (Wilson coescribió con Marguerite Bennet) y el dibujo de Molina. Un tebeo que recuperaba el aroma de los clásicos tebeos de la editorial, con una historia potente con traidor incluído que se leía con absoluto placer, además de estar repleto de carismáticos personajes, en especial Singularidad.



Las Secret Wars terminaron y el universo Marvel volvió a ser el mismo de siempre, con ligeros detalles pero donde los acontecimientos de la odisea Hickmaniana por el momento poca trascendencia han tenido en ese nuevo punto de partida. Pero el concepto de Fuerza V lo quería mantener Marvel. Y así en la primera historia en cuatro partes del nuevo volumen, la pareja de guionistas trajeron de vuelta a Singularidad, escapada del Multiverso de Muerte trayéndose consigo a un reverso tenebroso llamado Anti-Materia.



 En dicha historia en cuatro partes, se plantan las bases algo forzadas del reencuentro de parte de ese grupo de heroínas. Y lo hacen en un tebeo entretenido pero superficial, debido sobre todo no al buen hacer del mismo equipo creativo del volumen original, sino que en esta nueva Marvel poco dada a mencionar su reciente pasado, hace que este grupo de heroínas unidas para cerrar las brechas temporales que ha abierto Singularidad en su llegada a esta Tierra sea intrascendente.



Terminado el primer arco argumental, se bajan del barco G.W. Wilson y el genial Jorge Molina a los lápices, quedando a cargo de los guiones su co-guionista Msrguerite Bennet, que aunque no hace un mal trabajo, no alcanza los niveles de excelencia que tenía la colección junto a Wilson. Lo mismo para el sustituto gráfico, Ben Caldwell, un buen dibujante venido del campo de la animación, que no hace olvidar el arte de Molina.



 El resultado final, un tebeo que se lee con agrado, cuyo mayor valor es la excelente química y desarrollo del grupo femenino, pero que no se devora con pasión y que no deja con ganas de más. Y eso, en un mercado sobresaturado de títulos, hace preveer que su tiempo en las estanterías será muy limitado.

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