25 de enero de 2017

Silencio de Martin Scorsese: Un salto de fe para el espectador




















Alabanzas y críticas feroces ha recibido el nuevo trabajo de un maestro del 7º arte que solo su nombre y su trayectoria es cita obligada para los amantes del cine. Personalmente tenía pereza de ver el nuevo título de un cineasta que me ha hecho vibrar con obras tan potentes como Uno de los Nuestros, La Edad de la Inocencia o más recientemente El Lobo de Wall Street.



Pero hay otro Scorsese, el Scorsese católico y su crisis de fe constante y el martirio de unos personajes representados en obras como Taxi Driver, Al Límite o más cercanas a esta última obra como La Última Tentación de Cristo o Kundún. Trabajos estos dos últimos, que el propio Scorsese considera sus mejores trabajos o sus obras más personales y que pasaron desapercibidos por el público, ninguneados por la crítica y que personalmente no fueron de mi agrado.



Y Silencio se acerca más a estos dos trabajos anteriormente mencionados. El argumento, el drama de un jesuita misionero en el Japón del siglo XVI y su lucha interna por mantener sus creencias y sus convicciones en un mundo que no es el suyo. Y que el cartel no os lleve a engaño, el verdadero protagonista es Andrew Garfield, ya que tanto Neeson como Adam Brody son secundarios de lujo, soportando la carga de la película un encomiable Garfield que quizás aunque se esfuerce no es capaz de interpretar con el poderío y la convicción suficiente el considerable esfuerzo que pide de él Scorsese y el motivo por el que la película aunque estimable me parezca que queda por debajo de las pretensiones del autor.











Parte La Pasión de Cristo, parte el Apocalipsis Now de Coppola, Scorsese no se lo pone fácil al espectador con un largometraje de ritmo pausado, momentos de auténtico genio pero cuyo metraje se antoja excesivo para lo que nos cuenta. Una obra que entra en el terreno de la ensoñación, más íntima de lo que aparenta su grandilocuencia visual y que tiene sus mejores momentos en la conversación que mantienen en el último acto del filme los personajes de Neeson y Garfield, sin olvidar un final que recuerda mucho al destino del personaje interpretado por Daniel Day Lewis en la para mi maravillosa La Edad de la Inocencia, quizás mi película favorita del autor.



En definitiva, una obra interesante con aciertos puntuales pero que el exceso de metraje la lastra, más disfrutable por la inteligencia que por la emoción, que hace reflexionar pero que no invita a un nuevo visionado en un futuro próximo. Pero a lo mejor no debéis hacerme caso, porque es de esas películas que hay que ir dejando macerar lentamente en tu cabeza tras su visionado, porque a medida que escribo esta reseña y pienso en lo que acabo de ver, me voy dando cuenta que quizás me ha gustado más de lo que creía en un primer momento. Serán cosas de la fé....

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