14 de mayo de 2018

Lo que más me gusta son los monstruos de Emil Ferris: Una obra orgánica y fundacional






















Muy de vez en cuando aparecen obras que son tanto punto y aparte, como revulsivo para la historia de un medio. Y otras veces, las maquinarias del marketing intentan convencer a sus consumidores que aquello que publican es un punto y aparte. Esto último es lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones. Lo increíble es que ocurra lo primero. Pero Lo que más me gusta son los monstruos de Emil Ferris consigue el milagro. 






El mérito es de Emil Ferris -titulada en Bellas Artes y dedicada al diseño en áreas muy alejadas del noveno arte- al conseguir quebrar y evolucionar la manera de contar una historia con imágenes y palabras. La proeza es que lo consigue partiendo del legado de grandes autores de la historia del medio, ofreciendo además una obra única y original, que servirá como influencia para autores y trabajos futuros. Así, en las páginas de una obra que replica con maestría y organicidad el cuaderno de apuntes de una niña outsider de la América de los años 60, Ferris enlaza, fusiona y vertebra un discurso que es tanto un whodunit con el que atrapa en un principio la atención del lector, para dar paso a una historia que habla en profundidad de una gran diversidad de temas, ya sea el feminismo, el maltrato, la muerte y la enfermedad, el clima político e incluso la condición sexual, en unos tiempos que es más pertinente que nunca. 






Todo ello arropado por una planificación donde la mutación del estilo basado en los estados de ánimo de la narradora y protagonista de la historia, da pie a composiciones de página únicas a medida que pasan las páginas del cómic y que no solo funcionan como mero artificio visual epatador, sino que entronca con los estados de ánimo y situaciones que la protagonista, e invitados del relato, sienten en dicho momento. Gracias a eso, el tebeo pasa del feismo crumbiano, al cine de terror de la Universal, e incluso a un repaso somero de la historia de la pintura como manera de entender las emociones y los sentimientos, hasta representar el boceto apresurado pero sumamente expresivo. 






Pero Emil Ferris no solo consigue una obra que se disfruta con la mirada, sino que el relato coral y de relevos que se encuentra dentro de esta muñeca rusa formal, está a la altura en sutileza e inteligencia a lo mostrado por sus poderosas imágenes. En definitiva, una obra insólita, única, tremendamente inmersiva, que se sitúa en ese lugar de imprescindibles y recomendaciones seguras que todo amante de la historieta debe leer y poseer de manera casi obligatoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...