29 de abril de 2014

Satellite Sam de Matt Fraction y Howard Chaykin: La carta de amor de Fraction a Chaykin


Howard Chaykin es uno de los más grandes autores que el mundo del cómic ha tenido en toda su historia. Despuntó en los 70, se convirtió en una auténtica estrella en los 80 y a partir de ahí, su legado se fue diluyendo en un mundillo que le había olvidado y que no aplaudía de igual manera la revolución que supuso su llegada al noveno arte, igual de importante que la de Miller o Moore, pero recordada de diferente manera.

Image Comics en los últimos años ha querido recuperar a un autor fundamental. Primero, con la reedición de su American Flagg, en una edición a todo lujo y que todos esperamos su continuidad, para continuar con la secuela de su imprescindible Black Kiss o proyectos especiales como American Century.

Pero quizás su apuesta más arriesgada sea este Satellite Sam que nos ocupa. Una obra que le junta con uno de los guionistas top de la industria, capaz de lo mejor y lo peor, dependiendo de si su trabajo es personal o se tiene que acoplar a los intereses de la industria.




Y este Satellite Sam se encuentra gracias a dios entre los primeros. Pero quizás lo que más llama la atención del mismo es, que aunque el guión viene firmado por Fraction, el contenido y la estructura narrativa es 100% Chaykin. Esto demuestra que Fraction adora al autor y que realmente se ha rendido a su particular manera de narrar, compleja y desestructurada a primera vista, pero llena de matices para aquel que quiere una lectura más profunda que un tebeo para leer en diagonal.



La historia es puro Chaykin. En los albores de la televisión, la estrella de un show en directo televisivo de ciencia ficción aparece muerto en un sucio hostal. Su hijo comienza a descubrir que detrás de su figura paterna hay un hombre complejo que parece que se había adentrado en un sórdido universo donde el sexo, el fetichismo y lo prohibido se dan la mano.



Todo ello contrasta con esa década de los años 50 que tan bien ha sido representada en obras tan dispares como Mad Men o las novelas de Ellroy y que demuestran, cada una a su manera, que esa pretendida sencillez e inocencia solo existía en la superficie. Porque en esta obra no solo seguimos lo que le ocurre a nuestra estrella televisiva fallecida, sino que alrededor del mismo y del programa de televisión que protagonizaba. Un universo poblado de puñaladas, dobles rostros, perversiones y pactos con el diablo que llevarán a nuestro amplio elenco de protagonistas al pozo de la perdición.



Un elenco complejo, con el que cuesta al principio averiguar bien quién es quién, algo habitual en la obra de Chaykin, pero que una vez te adentras en él, no te suelta. Y por supuesto, tratándose de una obra en la que Chaykin está implicado, el sexo es pieza fundamental del mismo, pero que está más suavizado, al menos por el momento, que en obras más extremas como Black Kiss y que se acerca más a trabajos como The Shadow o Blackhawk para DC Comics.



En definitiva, un tebeo muy recomendable para todos los fans de Chaykin y que demuestra que el maestro sigue en plena forma y que como buen enfant terrible que es, sigue provocando como solo sabe hacer él.

27 de abril de 2014

Sex de Joe Casey y Piotr Kowalski: Sexo, superhéroes y represiones


Desde que los cómics de superhéroes aparecieron a finales de los años 30, la sombra de la duda se ha cernido sobre ellos. Estas fantasías de poder de colores vivos, trajes ajustados, hombres fornidos y estoicos y mujeres de curvas rotundas e inalcanzables han poblado la imaginación de muchas generaciones de lectores. Pero muchas voces han surgido alrededor de ellos, la primera de todas, la del psiquiatra Frederic Wertham, el cual, apoyado por la caza de brujas del senador McCarthy en los años 50 y a través de su libro "La Seducción del Inocente", alarmó a las masas, afirmando con absoluta rotundidad que lo que para todo el mundo era un entretenimiento inocente e inocuo, en realidad ocultaba un sinfín de connotaciones (para él perversiones) sexuales de toda índole.



No se que pensaría Frederic Wertham de este Sex publicado por Image Comics. Un tebeo que bien podría ser la plasmación en imágenes de todo aquello que alertaba el trastornado psiquiatra. Un universo donde los superhéroes, encarnados en la figura de Simon Cooke, una versión de Batman, ha dejado las mallas y ha descubierto que tiene que comenzar a vivir.



Y comenzar a vivir es entre otras cosas, pasar de las fantasías de poder pre-adolescente a ser un adulto pleno. Y para convertirse en un adulto pleno, necesita enfrentarse a su sexualidad. Una sexualidad que ha ocultado o reprimido y que de repente comienza a reflotar de una manera tal, que nuestro personaje es incapaz de asumirla y redirigirla de la manera adecuada.



Por eso, cuando leía el cómic en cuestión, me venía a la cabeza la obra póstuma de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut. Porque nuestro protagonista es igual que el personaje interpretado por Tom Cruise. Un hombre incapaz de lidiar con su parte sexual, con un deseo que le desborda pero que no es capaz de canalizar. Y así comienza su periplo, un periplo árduo y en el que él no es más que una marioneta.



Pero él no es el único personaje que se encuentra en la misma situación. Antiguos aliados, némesis que no encuentran su lugar una vez que ha desaparecido y contrincantes femeninas muy parecidas a Catwoman reconvertidas en Madames de clubs sexuales de alto voltaje que echan de menos las persecuciones por los tejados, los disfraces de cuero o spandex ajustados y que servían de sustitutos de un sexo no realizado y deseado.



Los disfraces, las máscaras, el tira y afloja del enfrentamiento eran sustitutos para estos individuos de aquellas pulsiones sexuales que les atormentan ahora que no ya no pueden satisfacer dichos impulsos. Y están quebrados, desolados, vacíos. Un aspecto que Joe Casey, el guionista de esta obra, ya había tratado con mejor y peor fortuna, tanto en el seno de las majors, como en obras cercanas al mainstream.


Como ejemplo, su fallida pero en algunos aspectos interesante aproximación a los X-Men a principios del nuevo siglo, donde el deseo sexual de los habitantes de la mansión Xavier afloraba tanto en cuanto le permitía la censura auto-impuesta de Marvel Comics, intentando que sus tebeos sean para todos los públicos. Mejor fortuna tuvo el escritor con su aproximación a los Wildcats de Jim Lee. Una etapa brillante y en la que tuvo la suerte de colaborar con dibujantes de tanto talento como Sean Phillips o Dustin Nguyen y que aquel que haya leído, encontrará ciertas similitudes con este Sex que nos ocupa.



Porque aparte del sexo, esa etapa de Wildcats mostraba a un grupo de héroes que habían dejado de serlo y que se enfrentaban al mundo adulto. Un mundo regido por responsabilidades que son más complejas y peliagudas que atizar al villano de turno en la énesima pelea de un enfrentamiento infinito. 



Y me imagino que todos los que hayáis llegado hasta aquí, os estaréis haciendo la misma pregunta. ¿Es tan alto el contenido sexual de este cómic? La respuesta es sí, pero no un sexo cuyo objetivo es excitar al lector, sino un sexo frío, explícito, muy explícito y que quizás no sea del gusto de todo el mundo. Pero que es parte fundamental y la esencia de la obra. 



Muchos dirán que es un tebeo provocador sin más. Otros dirán que es sucio y depravado. Para mi, y únicamente habiendo leído el primer volumen que contiene los primeros ocho números de la colección, ha llamado mi atención. Quizás porque soy fan de Casey desde sus primeros trabajos y esta me parece su obra cumbre donde se mezclan sin ningún tipo de cortapisas todas sus obsesiones. Y es original. Y estéticamente la colección es muy elegante, gracias a los lápices de Piotr Kowalski. Un tebeo valiente que por lo menos se merece que se le de una oportunidad.

21 de abril de 2014

Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples: Una space opera diferente y brillante


¿Cuánto nos quejamos los lectores de cómics de que no hay nada nuevo y original en el medio?¿Que todo lo que leemos ya nos suena a ya leído o visto? La gran mayoría de las veces es verdad, en una industria que va a tiro hecho y a fórmulas ya preestablecidas que han funcionado pero que su desgaste es ya evidente, excepto para aquellos lectores que no quieren darse cuenta.

Pero a veces los milagros existen. Y este Saga de Vaughan y Staples es el ejemplo perfecto de estos pequeñas joyas que aparecen de vez en cuando y nos hacen reconciliarnos con un medio, que en el momento que se les da libertad absoluta a unos autores en estado de gracia, nos entregan obras de tanta calidad como este tebeo.

Un tebeo que es pura space opera, pero una space opera familiar. Un tebeo que nos lleva de la mano de una pareja de diferente raza y su hija recién nacida. Una especie de Romeo y Julieta intergaláctico, donde nos encontramos con dos razas en conflicto, cuyo origen desconocemos y que han separado en una guerra interminable a dos civilizaciones, una regida por la magia y la otra por la tecnología.



Entre medias de esta pareja y sus razas, nos encontramos con un elenco de personajes ciertamente memorable que oscila entre gatos alienígenas que saben si una persona está mintiendo o no, a cazarrecompensas con problemas sentimentales y profesionales, robots evolucionados que han ascendido hasta figuras nobiliarias obsesionadas por el sexo o figuras espectrales juveniles de buen corazón.

Porque lo que demuestran Vaughan y Staples es que la mezcla de géneros en apariencia completamente contradictorios como la ciencia ficción, el terror sobrenatural, la fantasía pura y dura, mezclados con toques de humor, sexo y violencia, si está bien equilibrado en la receta, da como resultado una obra única e imprescindible.

Pero no solo de mezclar géneros con eficacia vive una obra. Necesita de una historia que te atrape y unos personajes memorables. Y esta obra cumple con creces estos dos preceptos. Lo primero, demuestra la habilidad de Vaughan (ya demostrada en tebeos como Y: El Último Hombre o Ex Machina) como narrador de historias. Sabe como desarrollar la historia, avanzando en el tiempo o retrocediendo de manera fluída e inteligente, sin perder al lector por el camino, además de conocer los mecanismos del comic-book y funcionar de la manera más efectiva posible, sea leída en paperbacks o como grapa mensual, haciendo un uso del cliffhanger absolutamente brillante.



Y que decir de sus personajes, reales como la vida misma. Unos personajes de los que te enamoras casi instantaneamente, incluso con sus defectos. Y si además están escritos y dialogados tan naturalmente, con conversaciones y momentos que oscilan entre el dramatismo, lo cotidiano y lo cómico muchas veces en una misma escena, el triunfo está asegurado.

Y no puedo dejar de hablar del trabajo de Fiona Staples, una artista que combina costumbrismo y espectacularidad de manera ejemplar, entregando unas páginas que una a una son una delicia para la vista y que no se quedan en mero reclamo pictórico, sino que sabe narrar con absoluta certeza los guiones de Vaughan.



Llevo leídos los tres primeros paperbacks de la colección, o lo que es lo mismo, los primeros 18 números de la serie regular. El nivel ha medida que pasan los números no solo es que mantenga la calidad de los primeros números de la colección, sino que se va superando a medida que la serie avanza. Acabo de terminar el tercer tomo y supongo que el cuarto volumen no caerá en mis manos hasta su publicación a finales de año. Me muero de la impaciencia y ya hecho de menos esta historia y sus personajes. Y eso últimamente es cada vez más difícil. Por algo será...

19 de abril de 2014

The Amazing Spiderman 2: Irregular pero espectacular secuela





















Adoro a Spiderman. He crecido con él y siempre he disfrutado con el personaje, tanto en sus mejores etapas como en las peores. Porque Peter Parker quizás es el héroe con el que cualquier espectador o lector de cómics se puede sentir reflejado. Por eso siempre he visto con mejores ojos y con más displicencia las ya innumerables versiones cinematográficas del personaje. Incluso le saco aspectos positivos al batacazo artístico que fue el último capítulo de la trilogía de Sam Raimi. 

Por eso intenté ver con la mayor apertura de mente posible el precipitado reboot que estrenó Sony hace menos de dos años, The Amazing Spiderman, un título que me dejó más bien frío en el momento de su estreno, pero el cual he recuperado un par de veces en formato doméstico y le he sacado más puntos positivos de los que pude o quise ver en su primer visionado. Entre ellos, mi absoluta rendición hacia el Peter Parker interpretado por Andrew Garfield, mucho más creíble, tanto físicamente como en actitud al personaje del cómic. Eso no quita para que la versión interpretada por Tobey Maguire no se aproximara más el Spiderman de Ditko, aunque las progresivas secuelas le fueran convirtiendo en parodias de si mismo. 

Lo mismo decir de la Gwen Stacy interpretada por Emma Stone. Simplemente perfecta y con una química con Andrew Garfield difícil de igualar. Pero el problema de esa nueva aproximación al personaje quedó lastrada por un intento de emular al Batman de Nolan que oscurecía demasiado el tono más ligero que no infantil y menos dramático que las aventuras de Spiderman han tenido habitualmente, mal que les pese a los seguidores de Todd Mcfarlane. 



La llegada de la secuela de manera a lo mejor algo precipitada parecía mezclar lo mejor del Spiderman de Raimi (la luminosidad, ese aire más aventurero y comiquero) con el dramatismo del primer Spiderman de Webb. Pero la cosa ha quedado algo desequilibrada, al intentar la película contentar a todo el mundo y dejar tanto a los seguidores del cómic, como a los fans de Raimi y de Webb algo fríos he insatisfechos. 

Porque la película si que refleja como nunca el ambiente y el dinamismo del Spiderman de las viñetas, y sigue desarrollando como se merece la relación de Peter y Gwen. Pero también se ve el deseo de Sony Pictures de forzar un universo al estilo de Marvel Studios que ya debería haber comenzado en la anterior entrega. 

Y es que de nuevo volvemos al que quizás sea el mayor defecto de esta secuela que viene arrastrando desde el anterior filme: los padres de Peter Parker y su relación con Oscorp. Y no es que me parezca mal, ya que Bendis en su Ultimate Spiderman, tebeo del que la versión de Marc Webb bebe en gran parte, lo desarrolló de manera apropiada. Pero en esta secuela se convierte en un robaminutos que desequilibra el resto del largometraje para no llegar a nada verdaderamente revelador y que no hubiéramos intuido ya en la primera entrega. Máxime si esto lo que hace es quitar tiempo al filme en desarrollar el mundo alrededor del Hombre Araña que es mucho más que las oficinas de Oscorp, escenario excesivamente recurrente en esta secuela y del que además parten el resto de las excesivas subtramas que intenta hilvanar el filme. 



La primera y peor llevada es la de la creación de Electro, el supuesto gran villano del largometraje que antes de su creación es un sobreactuado Jamie Foxx que roza en ocasiones la delgada línea del ridículo, aproximándose peligrosamente al Enigma interpretado por Jim Carrey en el Batman Forever de Joel Schumacher. Eso no quita para que su enfrentamiento en Times Square te quite el hipo y que visualmente una vez transformado no quede perfecto. La cinta también se acerca peligrosamente al Batman de Schumacher en el momento en el que la acción se traslada al Instituto Ravencroft, una parcela del universo de papel del trepamuros, que aquí es presentado de manera harto chusca y que entrega quizás los momentos más bajos del largometraje. 

Otra cosa es la gran sorpresa que nos depara Dane Dehane, el joven actor que interpreta a Harry Osborn, dejando a la altura del betún al que interpretó James Franco en la trilogía Raimi. El problema,que este personaje debía haber sido presentado ya en la anterior entrega, porque aquí de sopetón lo introducen,conocemos a Norman Osborn, averiguamos que era íntimo amigo de Peter hasta los nueve años y además presenciamos su transformación en Duende Verde, de manera precipitada y que desmerece el gran trabajo que Dehane había desarrollado hasta ese momento en el filme. Menos mal que se resarce en el clímax final del filme, quizás el mejor momento de acción del largometraje, junto al enfrentamiento de Spiderman y Electro en Times Square y el electrizante prólogo del filme, puro cómic en movimiento. 

Y así avanza The Amazing Spiderman 2, entre lo sublime y lo ridículo, entre grandes ideas mal desarrolladas e ideas menos brillantes que quitan espacio a las buenas, entre un villano mal desarrollado pero muy publicitado y otro mejor planteado pero que su escaso tiempo en pantalla en dura pugna con las mil y una tramas que se van montando como piezas mal colocadas del Tetris abrumen al largometraje y no le dejen respirar. 



En definitiva, un filme muy entretenido, pero que necesitaba de más tiempo de cocción, con un Peter y Gwen perfectos, escenas de acción absolutamente espectaculares y que beben de la imaginería del cómic, pero que queda lastrada por una trama poco interesante y que ocupa demasiado tiempo del largo (hay más escenarios que las oficinas de Oscorp) en detrimento de conocer más del universo personal de Peter Parker, más allá de su relación con Gwen (Daily Bugle, vida universitaria), villanos que se pisan los unos los otros y eso sí, un final que se encuentra entre los mejores finales del cine de superhéroes y con el que el filme se resarce de sus tropezones a lo largo de más de dos horas de metraje que en ningún momento se hacen pesados pero que se quedan cortos para poder contar como se merece un guión que peca de ambicioso y se queda corto en resultados.

10 de abril de 2014

Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja: Con tebeos así, uno recupera la fé en los cómics de superhéroes


Que difícil es hablar de un tebeo del que todo el mundo ha hablado maravillas. Y mucho más difícil es el leerlo, ya que la mayoría de las veces es complicado estar por encima de las expectativas y quedarte satisfecho ante el enésimo tebeo que es catalogado como la nueva octava maravilla del noveno arte. Pero lo mejor del caso es cuando dicho tebeo está por encima de las expectativas creadas y anticipadas.



Digámoslo sin más dilación. El nuevo y mejorado Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja (no puede considerarse el trabajo de uno sin el otro) es una de las mejores cosas que le han pasado a los tebeos Marvel en los últimos tiempos. Un tebeo original, fresco, divertido, artísticamente innovador y lo más importante de todo, entretenido como pocos. Un tebeo que lees con detenimiento y de manera pausada para deleitarte tanto de los inteligentes y acerados guiones y diálogos de Fraction, como con el apabullante despliegue visual del que hace gala David Aja, heredero del trazo limpio y elegante de David Mazuchelli, mezclado con el arrojo y el atrevimiento estructural de Chris Ware.



Y no nos olvidemos del protagonista del tebeo, Ojo de Halcón, uno de los mejores personajes de Marvel y más querido por los aficionados de toda la vida. Para el gran público serán más famosos y mediáticos Iron Man, el Capitán América o Thor, pero para los verdaderos fans de Los Vengadores, Ojo de Halcón es el Vengador por antonomasia, sobre todo si te enganchaste a los tebeos en los años 80.



Por eso este revival del personaje lo hemos recibido con los brazos abiertos. Porque Ojo de Halcón había sido desperdiciado en los años 90 y entrado el nuevo siglo y tras la versión hard boiled ideada por Mark Millar en sus famosos Ultimates había quedado irreconocible. Tan irreconocible que la version Bendisiana de Los Vengadores del universo tradicional o la aparecida en la genial Los Vengadores de Joss Whedon habían dejado irreconocible al personaje.



¿Dónde estaba nuestro arquero favorito?. ¿Dónde estaba se personaje encantador, falible pero tremendamente humano que había enamorado a los lectores de los 80 y que se había convertido en un personaje unidimensional con nula personalidad? Estaba esperando a dos autores del calibre de Fraction y Aja para devolverle mejorado.



Porque seamos sinceros. Los verdaderos fans del universo Marvel no los llevamos siguiendo década tras década porque estamos enganchados a los grandes eventos multicrossover, las batallas épicas repletas de explosiones y grandes onomatopeyas y héroes de piedra con mandibulas apretadas y músculos en tensión. No, seguimos leyendo a estos personajes porque nos preocupa que Peter Parker llegue a fin de mes, lloramos con Matt Murdock cuando pierde a Elektra,  el gran amor de su vida o debatimos quien sería mejor pareja para Jean Grey, si Logan o Scott Summers.



Nos importan los momentos íntimos, cotidianos, las relaciones entre seres humanos aunque estén en cuatricomía. Para mi siempre lo mejor de un tebeo Marvel ha sido cuando Peter quedaba con sus amigos en el Village neoyorkino, cuando Harry Osborn caía en los brazos de las drogas psicodélicas de los 60, o si hablamos de momentos tebeísticos más recientes, cuando Scott Summers y Emma Frost comenzaban su relación tras la muerte nuevamente de Jean Grey.



Y eso es lo que nos entrega Fraction en esta nueva colección. Personas de carne y hueso, con conversaciones de verdad. Y no solo me refiero a su protagonista, sino también a su nueva compañera, esa nueva Ojo de Halcón salida de las páginas de los Jóvenes Vengadores de Allan Heinberg y que se convierte desde ya en mi secundario favorito del cómic de superhéroes americano actual. Y no solo de la pareja protagonista del serial vive Fraction, sino también de un reportaje de personajes secundarios (los vecinos del bloque de Clint) reales como la vida misma, con problemas reales (glorioso el episodio dedicado al último huracán que vivió la costa este americana). Tan bueno es su reparto, que el mejor personaje de la colección es el perro recogido en acogida por Clint que protagoniza incluso un número de la colección, quizás el mejor, más original y arriesgado.



Y algo más importante y que cada vez han perdido más los tebeos actuales. La sensación de que cada número importa y no son una excusa estirada hasta el infinito para poder recopilar sagas en bonitos hardcovers. Eso no quita para que haya una trama que continúa número a número, pero el valor del comic book como unidad independiente se había perdido.



Ya he hablado antes del trabajo apoteósico que realiza David Aja en esta colección. Mis palabras se quedan cortas y torpes para poder expresar lo que este autor de talento superlativo realiza en cada página. Lo que si puedo decir es que los autores que colaboran en la colección no se quedan atrás. Javier Pulido, Steve Lieber o Francesco Francavilla dan lo mejor de si mismos, sobre todo porque quieren mantener el listón que ha puesto Aja.



Y si, el tebeo ha sido reconocido con miles de premios. Y bien merecidos. No es un tebeo sobrevalorado, no es un tebeo para lectores indies que reniegan de los tebeos de superhéroes. Es un tebeo, simple y llanamente, para todos los que adoramos este fantástico medio y que demuestra que no todo está inventado y que no hace falta ir de pedante y pseudointelectual para entregar un tebeo que desde ya ha pasado a los anales de la historia del cómic.

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